sábado, 12 de marzo de 2011

Francisco Gonzalo “Pachín” Marín

Francisco Gonzalo “Pachín” Marín nació en Arecibo un 12 de marzo de 1863 en un hogar humilde pero en el que se discutía la historia del país, se ensalzaba la figura de Betances y en el que a los 5 años escuchaba a sus padres expresar su pesar luego del fracaso del Grito de Lares para luego ensalzar lo ocurrido en Yara (Cuba),para la misma fecha. Su padre era hermano del respetado periodista Ramón Marín y ambas abuelas eran de raza negra. Ser mulato le ocasionó muchos traumas según se aprecia en algunos poemas. Con poca educación formal, fue más bien autodidacta (como tantos en el siglo diecinueve) pues al ejercer el oficio de tipógrafo en imprenta desarrolló el gusto por la lectura. También fue músico y periodista. Pero sobre todo, patriota.Su primera adhesión política fue al autonomismo luego de participar en la famosa asamblea en la que se funda ese partido en el Teatro La Perla de Ponce el 7 de marzo de 1887 bajo del liderato de Román Baldorioty de Castro. Su entusiasmo con Baldorioty le llevó a dedicarle un poemario titulado “Mi Óbolo” y a su regreso a Arecibo funda un periódico “El Postillón” para difundir las ideas autonomistas. Pero ese movimiento había ido a la par con el de La Boicotizadora y el gobierno desató la terrible persecución de los autonomistas que se conoce en nuestra historia como “el año terrible”. Pachín va a sentirse amenazado y se ve forzado a huir a Santo Domingo en donde al tiempo es encarcelado y expulsado por el dictador Lilís por atreverse a criticarlo. Va a Venezuela donde le toca el dictador de turno y corre la misma suerte teniendo que huir a Martinica, luego a San Tomas y finalmente logra regresar a Puerto Rico gracias a la ayuda de varios compueblanos. Se radica en Ponce donde publica nuevamente “El Postillón” que desata una persecución que lo obliga a salir en el exilio definitivo de Puerto Rico.
En Nueva York se hace miembro de la Junta Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico, conoce y se hace muy amigo de José Martí a quien ayuda en la propaganda revolucionaria. Al cabo de dos años, por razones que desconocemos se va a Haití en donde logra fundar un club revolucionario pero tiene que regresar a Nueva York en 1896. Allí se entera, no sólo de la muerte de Martí combatiendo en Cuba sino la de su propio hermano Wenceslao, y decide unirse a la lucha cubana bajo el mando del general Máximo Gómez. Su muerte ocurre no combatiendo sino porque enfermó de malaria en medio de la ciénaga de Turiguanó en la manigua cubana y para no detener a sus compañeros les rogó que lo dejaran en una hamaca colgada entre dos mangles. Al mes siguiente cuando regresaron a buscarlo encontraron su esqueleto en la hamaca abrazado a su fusil. A esta fecha no se sabe dónde yacen sus restos mortales. Los detalles de su horrenda muerte los publica una bloguera cubana de la provincia de Villa Clara quien le hace varios homenajes a nuestro poeta mártir. Ella se siente avergonzada de que los compañeros (cubanos) le hayan abandonado a su suerte pero está claro que Pachín les rogó que siguieran adelante y lo dejaran.
En cuanto a su obra poética, lo que llama la atención es su espontaneidad y sinceridad sin atender a formalidades; es poeta romántico por excelencia y su poesía es agresiva, fuerte, y expresiva, rebelde y comprometida. Pachín poetizaba las ideas de Betances pero sobre todo comunicaba todos los eventos de su vida a través de los poemas por lo cual son casi autobiográficos. Entre éstos sobresalen tres poemas: “El Ruiseñor” (metáfora del patriotismo), “El Emisario” (imita un poema de Martí en el cual los héroes ya muertos cobran vida; el tema es “sigamos la lucha”) y, “A mi padre”. En este último Pachín le deja saber a su progenitor que va a irse a la lucha y le explica sus razones y al hacerlo se autodefine como patriota, como poeta y como hijo. Dice así este impactante poema que le describe mejor que ningún otro:

Hay en mi vida un vendabal deshecho
que no sé maldecir, ni lo deploro,
y voy a él como el dolor al pecho,
la espada al puño, al redondel el toro.

Mi pluma de escritor, culta o salvaje,
el arma es que mis ideas esgrimen;
a mí la dicha a costa de un ultraje
no me parece bienestar: es crimen.

De otros cejar con impudor infame
en ocasión del inminente riesgo.
Yo acudo siempre do el deber me llame
y ya en el sitio del deber no sesgo.

El musulmán resígnase al destino
y yo jamás; en medio de mi duelo
voy abriéndome brecha en el camino
con propio esfuerzo y sin mirar al cielo.

¿Gime la Patria en orfandad eterna
mientras un nudo su garganta oprime?
pues ya no escucho tu inquietud paterna,
yo sólo entiendo que mi patria gime.

¡Ay! Hubiéraseme dado, a más del nombre,
una Patria feliz y hospitalaria;
dado me hubieras credencial de hombre
y no padrón de envilecido paria.

No temas. Me arrullaste con cariño
y en devolverte el bien cifro mi orgullo.
¡Se ha transformado en paladín tu niño!
¡En tempestad se convirtió su arrullo!

Cuando llegue el naufragio -si es que llega-
piensa en mi honor que, capitán valiente,
será el primero en la borrasca ciega
y el último que pise sobre el puente.

Fuente: Figueroa de Cifredo, Patria, Pachín Marín: Héroe y Poeta (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1967)

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